Las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía se pueden reducir en un 70% para el año 2050 y se eliminarán por completo en 2060 con una perspectiva económica positiva neta, según indica un informe de International Renewable Energy Agency (IRENA). La agencia también destaca que la transición del sector energético necesita ir más allá de la industria eléctrica, abarcando todos los ámbitos de uso final de energía como la industria, el transporte y, por supuesto, los edificios.
El informe titulado Perspectives for the energy transition: Investment needs for a low-carbon energy system, analiza el potencial de descarbonización en el sector energético tanto en el entorno G20 como a nivel mundial. El capítulo 3, «Perspectivas de la transición global de la energía y el papel de las energías renovables», destaca las conclusiones de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA).
32 Gt de CO2 en 2015
Según se detalla en el informe de IRENA, en 2015 se emitieron 32 gigatoneladas (Gt) de CO2 relacionado con la energía. Para cumplir los objetivos climáticos establecidos en el Acuerdo de París y mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2 grados, la intensidad de las emisiones de CO2 de la economía mundial tendría que reducirse en un 85% en 35 años. Esto significa reducir las emisiones de CO2 de energía a un ritmo de 2,6% por año, es decir, 0,6 Gt por año en términos absolutos.
El 90% de esta reducción de las emisiones de CO2 de la energía se puede lograr expandiendo el despliegue de energía renovable y mejorando la eficiencia energética.
La energía renovable representa en la actualidad el 24% de la generación mundial de energía y el 16% del suministro de energía primaria. Para lograr la descarbonización, el informe indica que en el año 2050 las energías renovables deberían representar el 80% de la generación de energía y el 65% del suministro total de energía primaria.
Alcanzar estos objetivos exige una inversión de 29 billones de dólares hasta 2050 (alrededor de 25.420 millones de euros). Dicho así, la cifra parece sustancial, pero si tenemos en cuenta que sólo representa el 0,4% del PIB mundial de 2016 -65,37 billones de euros, según el Fondo Monetario Internacional (FMI)- la inversión ya no parece tan desorbitada.
Una inversión que, según el análisis macroeconómico de IRENA, tiene capacidad para impulsar el PIB mundial en un 0,8% en 2050, siempre que se den otras políticas favorables al crecimiento, matiza la agencia.
Dicha inversión, además, puede generar nuevos empleos en el sector de las energías renovables y la eficiencia energética. Empleos que compensarían con creces las pérdidas de puestos de trabajo en la industria de combustibles fósiles.
Y todo ello sin olvidar los beneficios adicionales para el medio ambiente y la salud, gracias a la reducción de la contaminación atmosférica.
Descarbonización en el uso final de la energía
Tal y como puntualiza IRENA, la descarbonización del sector energético debe ir más allá del sector eléctrico en todos los sectores de uso final. Está claro que en 2050 las energías renovables deberían tener un peso mayoritario en el sistema de generación de electricidad, para lo cual se requiere un crecimiento acelerado de las tecnologías limpias, especialmente en el caso de la energía solar y eólica. Pero también es urgente la descarbonización en el uso final de la energía.
En edificios, industria y transporte, sectores que son grandes consumidores de energía, el uso de combustibles fósiles debería ser sustituido por recursos sostenibles como la bioenergía, la calefacción solar y el autoconsumo de electricidad a partir de fuentes renovables.
IRENA ofrece en su informe un análisis preciso de cada uno de estos sectores, pero en este artículo queremos centrarnos en las perspectivas que presenta el sector de la edificación.
Edificios, un desafío sin precedentes
En el escenario descrito por el informe de IRENA, el sector de la edificación crecerá a gran velocidad hasta el año 2050. De los 150.000 millones de metros cuadrados de superficie de suelo residencial y comercial existente en 2016, se pasará a 270.000 millones de metros cuadrados en 2050.
La mayor parte de este crecimiento estará localizado en áreas urbanas. Más 2.000 millones de personas vivirán en ciudades durante las próximas dos décadas. Un desafío sin precedentes, añade IRENA en su análisis.
Como bien es sabido por los profesionales de la eficiencia energética, la calefacción y la refrigeración representan el 80% de la demanda energética de los edificios, correspondiendo el 60% al calor y el 20% al frío, porcentajes que en 2050 podrían cambiar, según matiza la agencia, ya que se estima que la demanda de refrigeración puede aumentar más que la de calefacción en los próximos 20 años.
En este contexto, será crucial que las nuevas ciudades y, por tanto, los nuevos inmuebles, sean construidos según las normas de eficiencia energética más exigentes para reducir al mínimo la demanda de energía.
Usando las tecnologías de aislamiento más avanzadas, la demanda de energía para climatizar los edificios puede caer notablemente respecto a construcciones más convencionales.
Llegados a este punto, IRENA hace un llamamiento sobre la necesidad de acometer obras de reforma en el parque edificatorio existente y hace destaca el gran potencial de la rehabilitación para mejorar la eficiencia energéica, reducir las emisiones y, por tanto, luchar contra el cambio climático.
Las tecnologías renovables también ofrecen grandes oportunidades para reducir las emisiones de CO2. Entre ellas, IRENA menciona la bioenergía, la energía solar fotovoltaica y térmica, la geotermia y los District Heating en combinación con fuentes limpias como la biomasa.
Tampoco hay que olvidar el diseño de los edificios. Este factor debería facilitar la integración de energía renovable a los sistemas de producción y distribución de calor y frío, teniendo en cuenta que la elección de la solución más óptima varía según las zonas geográficas.
Políticas que impulsen la transición
En resumen, alrededor de dos tercios de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero pueden atribuirse al suministro y uso de energía de los combustibles fósiles, explica IRENA. Estas emisiones deben reducirse considerablemente y de manera rápida y eficaz para mitigar los efectos del cambio climático. La descarbonización del sector de la energía requiere, por tanto, una acción urgente a escala mundial.
En la hoja de ruta propuesta por IRENA, se piden esfuerzos políticos que impulsen la aceleración de la transición energética. Proporcionar estabilidad a largo plazo a inversiones privadas en energías renovables, la modernización de las infraestructuras energéticas, la competencia leal y el desarrollo sostenible deben ser las bases para formular las políticas que impulsen la transición.