El uso de la bioenergía puede contribuir a la consecución de los objetivos europeos en materia energética en 2030. Este es la principal afirmación que encontramos en el informe Impactos de la biomasa consumida en la UE sobre el carbono: evaluación cuantitativa, publicado recientemente por la Dirección General de Energía de la Comisión Europea. No obstante, este estudio pone en duda la sostenibilidad de la bioenergía a gran escala.
Aunque el estudio cuenta con el auspicio de DG Energy, ha sido elaborado por Research Agency of the Forestry Commission, consorcio científico independiente, compuesto por UK’s Forest Research, Alterra y VTT. El documento consta de dos partes, un reportaje principal, de más de 300 páginas, y un anexo con 12 apéndices.
Tal y como los autores explican en la introducción, el principal objetivo del proyecto es proporcionar una valoración cualitativa y cuantitativa de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) directas e indirectas asociadas a los diferentes tipos de biomasa usadas en la producción de electricidad y refrigeración/calefacción.
Para ello, y con la mirada puesta en el horizonte de 2030, se consideran seis escenarios de desarrollo de la bioenergía que logran reducciones significativas de las emisiones totales de GEI anuales, incluidos aquellos en los que se considera un consumo a gran escala de la bioenergía en la UE. Los ahorros varían en función de los diferentes fuentes biocombustibles.
Escenarios
El Escenario Referencia (A) representa el caso en el que existen políticas de objetivos en el consumo de energías renovables y de reducción de emisiones GEI de cara a 2020, pero no existen medidas más allá de dicho año.
A partir de aquí, se definen cuatro escenarios de «descarbonización», denominados «Carry on», que van más allá del horizonte 2020 y representan objetivos más ambiciosos de cara a 2030, en los que se incrementa el uso de la bioenergía:
- Escenario B. Mayor uso de la biomasa en la producción de energía en todas sus tipologías, sin hacer ningún tipo de restricción en cuanto al origen o modo de obtención.
- Escenario C1. Enfatiza el consumo de bioenergía de origen forestal importada.
- Escenario C2. Enfatiza el consumo de bioenergía precedente de cultivos agrícolas de la Unión Europea, obtenidos con criterios de sostenibilidad.
- Escenario C3. Enfatiza el consumo de bioenergía forestal procedente de bosques de la UE, obtenidos con criterios de sostenibilidad.
En quinto lugar, se plantea un Escenario D (“Back off”) que representa una situación tan ambiciosa como los cuatro casos anteriores, con la diferencia de que no se da tanta prioridad al consumo de bioenergía después de 2020. En ese caso, la consecución de los objetivos de 2020 supone involucrar otras fuentes de energías renovables e incrementar los esfuerzos en eficiencia energética.
En todos los escenarios planteados se alcanzan significativas reducciones de las emisiones GEI en la UE. No obstante, los autores del informe aclaran que los resultados requieren una interpretación cuidadosa, ya que la trayectoria de las emisiones GEI en el periodo estudiado depende de múltiples factores. La valoración de las contribuciones hechas por la bioenergía necesitan análisis más profundos para discernir su influencia en los resultados del informe.
El informe indica que los seis escenarios planteados alcanzan significativas reducciones de emisiones anuales de GEI, mostrando diferentes niveles en cada caso, lo cual refleja variaciones subyacentes en la contribución de los distintos tipos de bionergía usados.
No obstante, se destaca un aspecto importante que deben tener en cuenta las políticas europeas. La reducción de los gases de efecto invernadero en el escenario C1, que enfatiza la bioenergía forestal importada, es menor que la reducción alcanzada en los casos que priorizan la biomasa procedente de recursos autóctonos. Basta con imaginar la huella de carbono originada por las acciones de transporte de los recursos de un continente a otro.
Algo similar ocurre en el escenario D («Back of»). Aquí observamos que los objetivos de reducción de carbono también pueden alcanzarse, incluso en una situación que no da prioridad a la bioenergía, pero con un alto coste asociado y con importantes retos logísticos.
El informe aconseja también que la obtención de los recursos para la bioenergía sea coherente con los criterios de sostenibilidad, puesto que el uso elevado de la bioenergía de origen forestal podría llevar asociadas emisiones GEI (Escenario C3). Para mitigar estos efectos, habría que adoptar medidas adicionales que impongan la ordenación positiva de los recursos forestales. Se añade, además, la necesidad de controlar el impacto que el uso de la biomasa de origen agrícola pueda tener en el carbono orgánico del suelo y situación nutricional de éste.
En definitiva, nadie duda de que las bioenergías, en todas sus vertientes, son energías renovables que pueden contribuir a la consecución de los objetivos europeos en materia de energía y lucha contra el cambio climático. Aunque parezca que el informe pone en tela de juicio la sostenibilidad de algunos recursos como la biomasa forestal, también sienta las bases para la reflexión y el diálogo político y sectorial.