Los dos cambios de hora que tenemos en el año permiten a los hogares andaluces un ahorro en iluminación del 5%, lo que representa algo más de 16 millones de euros. Según datos de la Agencia Andaluza de la Energía, entidad adscrita a la Consejería de Economía, Innovación, Ciencia y Empleo, supone un ahorro de unos 100 millones de kWh anuales, con lo que, si cada vivienda estuviera ocupada por tres personas, equivaldría al consumo eléctrico equivalente de 75.000 personas.
En la Unión Europea, el cambio de hora se aplica como Directiva y la medida se justifica por «sus impactos positivos no sólo sobre el ahorro energético sino sobre otros sectores como el transporte, las comunicaciones, la seguridad vial, las condiciones de trabajo y los modos de vida, la salud, el turismo o el ocio».
Así, la Directiva Europea 2000/84, incorporada al ordenamiento jurídico español por Real Decreto 236/2002, unifica los cambios de hora en todos los países de la UE y estipula que el cambio al horario de primavera-verano se produzca en el último domingo de marzo, y que el cambio al horario de otoño-invierno se produzca en el último domingo de octubre. Esta directiva es de carácter indefinido, pero la Comisión Europea publica cada 5 años un calendario recogiendo las fechas exactas en las que se produce el cambio de horario.
El cambio horario tiene como finalidad reducir el consumo de energía, haciendo coincidir la jornada laboral con las horas de luz natural ya que, si se mantiene el horario de invierno, el amanecer se produciría excesivamente temprano y perdería su correspondencia con las primeras horas de actividad de la ciudadanía. Dicho horario, que consiste en ir 2 horas por delante del GMT (horario medio de Greenwich) se mantendrá en Europa hasta el último fin de semana de octubre.
La luz es una de las necesidades energéticas más importantes de un hogar y supone aproximadamente la quinta parte de la electricidad que se consume en la vivienda. El consumo de energía de las familias españolas es ya un 30% del consumo total energético del país. En un hogar que consume al año unos 4.000 kWh, un 18% se destina a iluminación.
Por ello, es necesario un comportamiento responsable en el hogar a la hora de prescindir de la iluminación artificial cuando no es necesaria, así como la utilización de tecnologías de ahorro en iluminación por aprovechamiento de la luz natural en edificios del sector terciario y en industrias. Entre estas tecnologías se incluyen los sensores de luz que apagan o regulan la iluminación artificial en función de la luz natural que aportan las ventanas o lucernarios. En este sentido, el Código Técnico de la Edificación obliga a la instalación de estos sistemas en los edificios de nueva construcción.
La Agencia Andaluza de la Energía recomienda analizar las necesidades de luz en las diferentes estancias del hogar, ya que no todas requieren la misma iluminación, durante el mismo tiempo, ni con la misma intensidad. Se debe elegir la lámpara adecuada. Las incandescentes son las de mayor consumo eléctrico, las más baratas y las de menor duración. Sólo aprovechan en iluminación un 5% de la energía eléctrica que consumen, el 95% restante se transforma en calor, sin aprovechamiento luminoso.